viernes, 12 de marzo de 2010

MONÓLOGO


Maldita sea, yo no estudio porque alguna alma extraña me lo ordene, o porque sea como los “chanconcitos” que conozco o porque nací leyendo y con un libro bajo el brazo, o porque nací ya predispuesto para que (a diferencia de los demás flojos, como yo) la lectura genéticamente no sea aburrida.
Decir la verdad no es mala, pero yo supongo que los chanconcitos que conocía en cada sección y en cada grado ya tenían una predisposición. Eso es muy injusto, y nosotros los de la mancha no nacimos así, con esa inclinación o con ese mecanismo mecánico para estar dedicados). Yo siempre fui muy mediocre y no nací para leer. La lectura fue pocas veces de mi agrado, tampoco en los cuadernos me iba bien. Nací genéticamente para sentir repulsión para el estudio. No soy como los chanconcitos esos que se dedican todo el tiempo a estar leyendo o a dedicarse exclusivamente a sus estudios para ser los primeros puestos. Ya lo intente y lo seguí intentando y no soy como los nerts que salen en los periódicos ocupando los primeros puestos en los exámenes de admisión a las universidades. Yo pertenezco a la mancha, al conjunto de mediocres que son así porque nacieron genéticamente así y no pueden cambiar. Creo que para el estudio es esfuerzo pero es mucho más cuestión de predisposición.
El estudio requiere de pensamiento o inteligencia es diferente y a mi entender solo existen dos tipos de pensamiento. El pensamiento ordinario que lo tienen la mayoría de personas, sean chancones o no y el pensamiento extraordinario que solo lo ostentan personas escasas y a quienes se deben los grandes descubrimientos científicos e inventos tecnológicos.
Estudio con trabas con conflictos entre mis instintos. Para mí el estudio no es un hábito, no es fácil, no es parte de mí, es algo externo, ajeno, algo innatural.

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